El apóstol Juan afirma categóricamente cinco veces que Jesús que es “el unigénito” hijo del Padre.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
Características de Jesús como el Hijo de Dios.
Jesucristo, como Hijo de Dios, es el único que puede dar vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
La relación especial que Jesús tiene con el Padre se describe también con la frase “mi Hijo amado”.
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto.
Hay casos muy especiales en los cuales Jesús es confesado como el Hijo de Dios, por ejemplo:
Por Pedro.
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Por los demonios.
Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
Por Satanás.
Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti,
y,
En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
Sin embargo, mucha gente religiosa e incluso el sumo sacerdote dudaban que Jesús era el hijo de Dios, el Mesías.
Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
Según Juan, el propósito de su evangelio es para que la gente crea que Jesús es el Cristo y así tengan vida eterna libres del infierno.
Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
De manera que para alcanzar la salvación es necesaria la confesión de que Jesús no sólo es el Cristo, sino también el Hijo de Dios.
Por eso encontramos en el libro de los Hechos que la confesión de que Jesús es el Hijo de Dios vino a ser una confesión necesaria antes de recibir el bautismo en agua; esta confesión era requerida de todo nuevo convertido.
Antes de ser bautizado por Felipe, el etíope, confesó que creía que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Es necesario confesar que Jesús es el Hijo de Dios para que Dios permanezca en uno y para que uno permanezca en Dios:
Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Jesús es el Hijo de Dios desde la misma eternidad.
Ahora, aunque el carácter de Jesús como Hijo de Dios se relaciona directamente con su función terrenal dentro del plan de salvación, también se relaciona con su estado preexistente con el Padre y con su nacimiento sobrenatural.
Cristo no es llamado Hijo de Dios únicamente por su encarnación, esto es, su humanidad, sino que desde la misma eternidad posee una relación de Hijo con Dios el Padre.
Jesús, como Hijo preexistente de Dios compartían la gloria del Padre antes que el mundo fuese era la imagen misma de su substancia.
El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
Jesús, como Hijo preexistente de Dios fue el agente por quien el mundo fue hecho.
En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.
Jesús, como Hijo preexistente de Dios fue enviado cuando el tiempo fue cumplido.
4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Jesús, como Hijo preexistente de Dios fue enviado mundo a fin de salvarlo por causa del amor de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
De manera que la Segunda Persona de la Trinidad o sea Jesús no se convirtió en Hijo de Dios hasta el momento de la encarnación, sino que desde la misma eternidad tiene esa relación con el Padre.
La Biblia da a conocer que como Hijo Jesús es el objeto del amor del Padre no como resultado de su obediencia terrenal, sino como una relación divina que existe desde la eternidad ya que él, como Hijo de Dios, es la imagen del Dios invisible que existe antes que todas las cosas y por quien todas las cosas vinieron a existir.
El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Jesús es el Hijo de Dios, también, por causa de su nacimiento sobrenatural.
Antes que José y María se juntasen, María se encontró que había concebido del Espíritu Santo.
El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
Este evento milagroso y único le fue anunciado a María por un ángel, quien le explicó lo extraordinario de su concepción(embarazo), aunque era virgen que no había conocido hombre y solamente estaba desposada(comprometida), con un hombre llamado José concebiría un hijo porque el Espíritu Santo vendría sobre ella y el poder del Altísimo le cubriría con su sombra.
26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. 29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. 30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Cuando todo esto sucedió, José, quien pensó que el embarazo de María había sido resultado de adulterio, decidió abandonarla, lo cual le fue impedido por un ángel que le dijo que lo que María había concebido era del Espíritu Santo.
19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. 20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Por causa de lo extraordinario de la concepción, el niño sería llamado “Hijo del Altísimo” e “Hijo de Dios”.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Por lo tanto, Jesús también es llamado “Hijo de Dios” por causa de su nacimiento sobrenatural, al haber sido concebido por el Espíritu Santo.
La muerte de Cristo se explica en el Nuevo Testamento no como un suceso accidental o debido a la hostilidad de sus adversarios, sino como en cumplimiento a un plan eterno por medio del cual Dios se propuso redimir al hombre:
18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.
En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo se entiende como:
A.- Un rescate.
Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
Este ofrecimiento de rescate voluntario tiene el costo de su vida.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
La redención de la humanidad se explica como algo que se obtuvo no por medio de oro o plata sino por medio de la sangre preciosa de Cristo.
Otra palabra que se usa en el Nuevo Testamento en griego para explicar el significado de la muerte de Cristo es apolútrosis, que en nuestras Biblias en español se traduce “redención”.
El significado original de esta palabra griega es “comprar un esclavo o un cautivo y hacerlo libre mediante el pago del rescate.”
Por medio de la sangre de Cristo el hombre tiene redención, la cual consiste en el perdón de los pecados y la adquisición de la herencia eterna.
En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.
En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero).
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo se entiende como:
B.- Expiación.
la iniciativa total de la expiación se encuentra exclusivamente en Dios.
Dios envió a Cristo para que fuese la expiación de los pecados del mundo.
Este acto tomó lugar no como consecuencia del amor del hombre hacia Dios, sino como resultado de su espontánea y misericordiosa iniciativa.
Por lo tanto, la idea de la expiación connota una acción generosa de parte de Dios.
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.
En la sangre de Cristo el pecado es condenado y expiado, haciendo posible que se establezca una relación amistosa entre Dios y el hombre.
Expiar viene siendo la acción de borrar las culpas, de purificarlas por medio de un sacrificio.
En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo se entiende como:
3. Reconciliación.
Es Dios el que reconcilia a la raza humana consigo mismo, y no a sí mismo con la raza humana; Dios es el que produce la acción de la reconciliación en base a la cruz de Cristo.
Dios no se reconcilió con el hombre, sino que reconcilió al hombre consigo mismo.
Dios no era el del problema, sino el hombre.
Por otro lado, no fue el hombre el que se reconcilió con Dios por medio de algo que haya hecho: fue Dios el que lo reconcilió.
Cuando la raza humana se encontraba débil, Dios envió a Jesucristo a morir en lugar de la humanidad; por causa de la muerte de Cristo, Dios no les toma en cuenta a los hombres sus pecados sino que los justifica, asegurándoles así lo que de otra manera era imposible.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. 21 Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.
En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo se entiende como:
4. Substitución.
Hay un número considerable de textos donde la muerte de Cristo se presenta como una substitución, esto es, en lugar de la humanidad.
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.
Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Según estos textos, el propósito de la muerte vicaria de Cristo fue:
a. Para que el hombre pudiese morir al pecado y vivir a la justicia,
b. Para que el hombre pudiera acercarse a Dios, y
c. Para que el hombre pudiese ser justicia de Dios.
La muerte de Cristo no fue accidental, sino que llevó a cabo propósitos que Dios había fijado desde la misma eternidad.
La resurrección de Cristo no es un acto independiente, desconectado de la cruz.
La cruz y la resurrección no deben ser considerados como dos eventos redentores separados sino como dos aspectos de un solo acto redentor en Cristo Jesús.
Su relación es clara por el hecho de que la Biblia presenta los sufrimientos y muerte de Cristo íntimamente conectados con su resurrección, son un evento inseparable.
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
Y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
Y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
Diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día.
Para el apóstol Pablo era necesario que el Cristo muriese y que fuese resucitado de los muertos para ser Señor de los vivos y de los muertos.
Declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Este evento doble constituye el contenido de la fe de los creyentes.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
El significado de la resurrección y exaltación de Cristo.
La resurrección de Cristo la llevó a cabo el Padre.
La resurrección de Cristo no fue un evento que él mismo realizó, es el resultado de la intervención del Padre a favor de su Hijo.
Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.
La importancia de la resurrección de Cristo se evidencia por lo que significó para él en su misión redentora.
No importase cuán impresionante y dramática hubiese sido su crucifixión, si hubiera permanecido en la tumba, hubiera sido simplemente otro maestro piadoso.
Para los autores de los cuatro evangelios era necesario no sólo que Cristo sufriese y muriese sino también que se levantase de los muertos.
Hubiera sido muy difícil creer en la relación eterna entre el Hijo y el Padre si no hubiera el Hijo resucitado de entre los muertos.
La intercesión de Cristo está conectada a su resurrección.
La resurrección de Cristo garantiza su presencia permanente delante de Dios como un intercesor para beneficio de los que redimidos por su sangre.
Esto es, la resurrección de Cristo garantiza a los creyentes lo efectivo de la obra de Cristo en la cruz.
Por el hecho dinámico de la triple obra redentora de Cristo:
• su muerte,
• resurrección e
• intercesión.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
Por lo tanto, el ministerio sacerdotal de Cristo continúa para siempre manteniendo un sacerdocio permanente que lo habilita en todo tiempo para salvar a aquellos que por medio de él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
24 Mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Por causa de su resurrección Cristo es el juez de vivos y muertos.
Hay un punto muy importante con relación a la resurrección de Cristo y es, que Cristo, por causa de su resurrección, es no sólo Señor de los vivos y los muertos sino también su juez.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
41 No a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. 42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
La función de Cristo en el plan de salvación no se limita al perdón de los pecados y la intercesión por aquellos que creen en él, sino que se extiende para demandar una respuesta de aquellos que rechazan su gracia; por lo tanto, es él quien juzgará a los vivos y a los muertos en el día que Dios ha establecido para este fin.
Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
La resurrección de Cristo garantiza la resurrección del creyente.
La resurrección de Cristo es la garantía para el creyente de que él también resucitará.
Ya que Cristo es la primicia de los que durmieron y aquellos que han sido unidos a él en su muerte ciertamente serán unidos a él en su resurrección.
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.
Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
El Apóstol Pablo dijo:
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.