La Biblia presenta a toda la raza humana, sin Cristo, en un estado de suma perdición.
Este estado se describe como una condición de dureza de corazón e ignorancia que hace a los hombres blasfemar y actuar contra la sabiduría de Dios.
Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón.
Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.
El ser humano sin Cristo es vano en su mente.
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente.
La raza humana sin Cristo desea aquello que es malo.
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia.
La Biblia también describe a la raza humana, sin Cristo como en esclavitud y muerte.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Por causa de sus inclinaciones carnales el hombre sigue vicios repugnantes llamados “las obras de la carne” las cuales impiden que herede el reino de los cielos.
17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
1.- De acuerdo a la Biblia el pecado es heredado por toda persona que viene al mundo.
Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Dándoles a entender que la naturaleza corrupta no es algo que se adquiere por fuerza o por imitación, sino todo lo contrario, es un estado original y hereditario.
El pecado, por lo tanto, es una anomalía congénita de la naturaleza caída de la raza humana de la cual todos participan.
Esta condición corrupta frecuentemente es llamada “pecado original” que significa que el pecado procede desde el origen mismo de la raza humana, que está presente en cada persona desde el momento mismo de su nacimiento, y que es la causa de todos los pecados.
El pecado es un estado universal. No es una anomalía espiritual que se puede atribuir a cierta gente, sino todo lo contrario, una realidad universal.
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
La universalidad del pecado se establece tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Antiguo Testamento:
Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?
Y no entres en juicio con tu siervo;
Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.
¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón,
Limpio estoy de mi pecado?
Nuevo Testamento:
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Según el Apóstol Pablo, Dios les manda a todos los hombres que se arrepientan, dando a entender que todos están bajo condenación.
Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
El llamado universal del apóstol Pablo al arrepentimiento concuerda con el de Cristo.
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
2.- En lo qué consiste el pecado.
El pecado, básicamente, es una falta de conformidad a la naturaleza de Dios, una violación de su ley divina.
En la Biblia, la descripción unánime de sus autores de la condición moral del hombre es una de fracaso y derrota.
Todo ser humano es consciente de que no vive siempre de acuerdo a los valores morales que están grabados en su conciencia.
Toda la raza humana se presenta siendo víctima de una fuerza negativa que obliga a la gente a hacer lo que claramente sabe que es mal, y a no hacer lo que es bueno.
En todos hay el convencimiento de una falta fundamental de rectitud y de una deteriorización interna que produce remordimiento de conciencia y culpa.
La condición contaminada del hombre incluye dos hechos fundamentales:
primero, falta original de rectitud, y
segundo, una disposición activa hacia el pecado.
Ya que esta condición hereditaria de corrupción moral penetra toda la raza humana, extendiéndose a todas las facultades y fuerzas, tanto del alma como del cuerpo, es que se le llama “depravación total”.
Sin embargo, “depravación total” no significa que todos los hombres son tan perversos como pueden ser, y que el ser humano no tiene un conocimiento innato de la voluntad de Dios, o una conciencia que juzga entre lo que es bueno y lo que es malo; tampoco significa que el hombre es incapaz de tener afectos y emociones desinteresados en sus relaciones con sus semejantes.
Significa que toda la naturaleza humana ha sido afectada por el pecado y que el hombre, en su totalidad, necesita la gracia redentora de Dios.
3.- El resultado del pecado del hombre.
Como resultado de la fuerza del pecado sobre toda la naturaleza humana, sus facultades espirituales fueron afectadas al extremo de que la persona no puede producir su propia justicia por medio de méritos personales. Esto se llama “inhabilidad total”.
Pero “inhabilidad total” no significa que la persona no puede hacer el bien de ninguna manera; significa que nadie puede obtener el favor redentor de Dios por medio de hechos personales; nadie puede, ser salvo en base a méritos personales.
Esta naturaleza pecaminosa es tanto una condición interna como una variedad de actos externos.
El estado deteriorado de la raza humana se describe como una corrupción congénita con la cual la persona viene al mundo.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
También se describe como una serie de hechos malos que son manifiestos en el ser humano:
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
También se describe como una serie de hechos malos que son manifiestos en el ser humano:
19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
La condición interna de corrupción y los actos externos, son inseparables: los hechos malos de una persona no son errores accidentales causados por mera negligencia, sino la consecuencia inevitable de un estado corrupto.
Esta estrecha relación entre los actos externos y la condición interna la describió el Señor cuando dijo que de dentro del corazón del hombre salen los malos pensamientos y que el árbol es conocido por sus frutos
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
El pecado se caracteriza por los siguientes hechos:
1) es una realidad y no un mero concepto filosófico;
2) es, tanto una falta de conformidad a la naturaleza de Dios como también una violación de su ley divina;
3) produce remordimiento y culpa, y
4) es tanto un estado como un acto.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
Este texto no significa que David nació como consecuencia de una relación ilegítima de sus padres, esto es, que ellos hayan cometido adulterio y como causa de este pecado él haya nacido.
Lo que este texto enseña es muy profundo y es: que David entiende que posee una naturaleza pecaminosa que es hereditaria; que él no vino a ser un pecador por causa del medio ambiente en que se formó, ni por las malas compañías con las cuales se haya asociado en su juventud.
David no se echó a perder por dentro por causa de los actos exteriores que poco a poco fue cometiendo: sus actos exteriores fueron un resultado de su condición interior.
El fruto malo no determinó la clase de árbol que él era, sino que el árbol determinó su fruto.
Y todo esto fue congénito, hereditario.
Cuando los padres de David lo engendraron le transmitieron lo que ellos ya tenían, a saber, una naturaleza inclinada hacia el pecado.
Al decir esto David no lo hace para disculpar su pecado sino para confesar la verdadera condición de su corazón.
No fueron las circunstancias las que lo obligaron a pecar sino los impulsos descontrolados de su naturaleza interior.
El ser humano no nace limpio para luego mancharse, ni tampoco bueno para hacerse malo: nace manchado y malo.
Según la Biblia, el arrepentimiento es una de las dos condiciones necesarias para la salvación; la otra es la fe.
Mientras que la fe tiene que ver con la relación de uno con Dios, el arrepentimiento tiene que ver con la actitud de uno hacia el pecado.
La fe y el arrepentimiento van juntos en el mensaje que Jesús proclamó al principio de su ministerio en Galilea.
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
Cuando la persona se vuelve a Dios, es fe; cuando se vuelve del pecado, es arrepentimiento.
Estas dos acciones son concomitantes: (Dic. Que aparece o actúa conjuntamente con otra cosa), arrepentirse del pecado es volverse a Dios; volverse a Dios es volverse del pecado.
El arrepentimiento es un imperativo, según la Biblia.
La importancia de la doctrina del arrepentimiento se evidencia por el hecho de que en el Nuevo Testamento es proclamado como un imperativo.
Cuando los judíos le hablaron a Jesús de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios, Jesús señaló la necesidad universal del arrepentimiento para poder escapar de la condenación.
1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. 2 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? 3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. 4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Cuando Jesús envió a los doce, estos salieron y predicaban que los hombres se arrepintieran.
Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
El apóstol Pedro respondió en el día de pentecostés a la pregunta que la gente le hizo.
37 Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Exhortación que repitió en el pórtico de Salomón.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.
En Atenas, el apóstol Pablo habló del arrepentimiento como un mandamiento de Dios a todos a fin de poder escapar del juicio venidero.
30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
Por lo tanto, el arrepentimiento no es una opción sino una orden clara y terminante de parte de Dios.
Por lo que hasta aquí hemos visto, el arrepentimiento implica una nueva actitud, una perspectiva correcta de parte de la persona hacia el pecado y hacia Dios.
Pero esta actitud no es meramente pasiva: incluye una acción concreta.
Por lo tanto, es un cambio que opera en la voluntad del pecador; es un cambio que lo induce a separarse del pecado y rendirse totalmente a Dios.
Sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
El arrepentimiento, aunque es una decisión humana hecha sobre bases voluntarias, tiene su origen en Dios.
Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
El arrepentimiento como una experiencia salvadora es el resultado de los tratos amorosos de Dios con el hombre; del lado humano, es una reacción al amor de Dios que es demostrado sin ser merecido; es dado por la gracia de Cristo.
Por lo tanto, la motivación para el arrepentimiento es principalmente el amor de Dios, esto es, quien se arrepiente lo hace porque comprende el gran amor que Dios tiene hacia él/ella.
Por esta razón, en muchas de las exhortaciones bíblicas al arrepentimiento está la promesa de que el amor de Dios será manifestado a quien vuelve a Él.
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
Y grande en misericordia para con todos los que te invocan.
En el Nuevo Testamento, quizá la mejor ilustración del amor de Dios hacia el pecador se encuentra en el padre del Hijo Pródigo, quien, cuando vio de lejos a su hijo que regresaba de su triste aventura lejos del hogar, “fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”
Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Para simplificar lo que la Biblia enseña acerca del arrepentimiento podemos enumerar cinco puntos sobresalientes de lo que es el arrepentimiento:
Primero: Reconocimiento de pecado.
El rey David reconoció su pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
El hijo pródigo reconoció su pecado.
17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Segundo: Tristeza por haber pecado contra Dios.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Tercero: Confesión de pecado.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Cuarto: Abandono de pecado.
El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Quinto: Volver a Dios.
Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero.
Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
El verdadero arrepentimiento necesariamente incluye cada uno de estos cinco puntos enumerados; de lo contrario, será una experiencia incompleta.
Tres aspectos que envuelve el arrepentimiento: intelectual, emocional y volitivo.
1.- Intelectual.
En el arrepentimiento la persona obtiene una comprensión nueva y mejor de lo que es el pecado, y cómo se ha hecho culpable participando de él. David oró:
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
Cuando el Hijo Pródigo le dijo a su padre: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” dio a entender que tenía una clara comprensión de la extensión de su error.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Una de las funciones del Espíritu Santo es convencer al mundo de pecado.
7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Este papel convincente del Espíritu no puede ser de otra manera sino intelectual.
La persona no convertida hace lo malo y rechaza a Dios aun que diga lo contrario.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
La persona inconversa, teme una confrontación directa con la verdad de Dios la cual revelará la realidad de sus malos hechos.
Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado.
Según el apóstol Pablo, por medio de la palabra inspirada que es pronunciada en el culto cristiano, el incrédulo es “convencido”.
La enseñanza de este texto es muy parecida a lo que dice el autor de la carta a los Hebreos.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
El apóstol Pablo dice que por medio de la ley de Dios viene el conocimiento del pecado, conocimiento que envuelve culpa personal, contaminación y total desamparo.
Por lo tanto, en el arrepentimiento entra en ejercicio la función de la mente.
2.- Emocional.
Además del aspecto intelectual está el emocional.
En el arrepentimiento no sólo hay un reconocimiento de haber hecho lo que es malo, sino también una profunda tristeza por haberlo hecho.
Un buen ejemplo de esta experiencia emocional es el Salmo 51, (leer el salmo 51). Este salmo contiene la profunda preocupación que la persona experimenta cuando reconoce que ha ofendido a Dios.
El apóstol Pablo les aclara a los corintios que el verdadero arrepentimiento es acompañado por tristeza, dolor y pesar por haber pecado ofendiendo a Dios.
9 Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
Frecuentemente en las Escrituras se presenta el aspecto emocional del arrepentimiento, por ejemplo: después que el profeta Natán acusó a David de su adulterio con Betsabé, David exclamó:
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
En la parábola del fariseo y el publicano, el publicano mostró haberse arrepentido por el dolor emocional que experimentó al saber que había ofendido a Dios:
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
En el caso del hijo pródigo, su arrepentimiento probó incluir el elemento emocional cuando se consideró indigno de ser llamado hijo de su padre.
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
El pesar de haber pecado contra Dios debe ser distinguido del temor al castigo.
Puede haber temor por las consecuencias desagradables del pecado sin que haya un verdadero arrepentimiento.
De la misma manera, puede haber remordimiento sin una conversión positiva, como el caso de Judas.
Por lo tanto, la tristeza que se experimenta en el arrepentimiento no es por temor a ser castigado, sino porque es la honesta convicción de haber ofendido a un Dios amoroso: la persona se siente emocionalmente mal y comprende que Dios es digno de una obediencia incondicional.
3.- Volitivo. (Dic. actos y fenómenos de la voluntad).
El aspecto volitivo del arrepentimiento significa una honesta disposición de rendir la voluntad a Dios, un deseo de cambiar, de ser diferente.
Cuando la persona alcanza este punto, se puede decir verdaderamente que ha obtenido una experiencia de conversión plena, ya que no es suficiente reconocer el pecado y sentirse apenado y afligido por él: también se debe alcanzar el punto en que sinceramente se desea un cambio radical y que se logre este cambio.
Por lo tanto, la cúspide del arrepentimiento es cuando la persona rompe fundamentalmente con el pecado y rinde su vida totalmente a Dios.
El aspecto volitivo del arrepentimiento se encuentra en pasajes como:
El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Esto nos recuerda que el arrepentimiento es separación del pecado para vivir voluntariamente para Dios.
Hay un elemento muy importante en el arrepentimiento que no debe ser omitido y es que toma lugar en base a la Palabra de Dios. Esto es, el Espíritu Santo, utilizando la Palabra de Dios que se predica produce el arrepentimiento.
En el caso de Lidia, mientras ella “estaba oyendo lo que Pablo predicaba, el Señor le abrió el corazón”.
Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
Si ella no hubiera estado interesada en la proclamación del evangelio, el Espíritu Santo no hubiera hecho la obra que hizo.
El apóstol Pablo escribió:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Jesús les dijo a sus discípulos:
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
En la carta a los Romanos, el apóstol Pablo dice:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
Es imposible que alguien se arrepienta si no se le ha explicado el evangelio.
Pablo dice que:
Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
La predicación del evangelio es la que produce la fe y ésta el arrepentimiento necesario para ser salvo.
El arrepentimiento es un convencimiento intelectual producido por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, que afecta nuestras emociones y nos mueve a dejar el mal para servir a Dios.
Sin este arrepentimiento no puede haber perdón de pecados.