La Biblia afirma la existencia de tres personas divinas en la Deidad, identificadas como Padre, Hijo y Espíritu Santo, las cuales se distinguen una de las otras desde la misma eternidad y por sus funciones en el plan de salvación.
Sin embargo, son tan iguales entre ellas que el Hijo y el Espíritu Santo no pueden ser considerados como inferiores al Padre ni en esencia ni en dignidad.
Y esto no se contradice en nada con los siguientes pasajes del Antiguo Testamento.
Este fundamental artículo de fe es preservado con toda fidelidad en el Nuevo Testamento, tanto por el Señor Jesucristo como por los autores sagrados.
Jesucristo dijo referente a esto en los siguientes pasajes bíblicos:
El apóstol Pablo dijo:
Estos son algunos pasajes de la Biblia que hablan acerca de la Trinidad:
Estas palabras fueron pronunciadas por nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos después de la resurrección.
“la bendición apostólica”, le atribuyen a cada persona de la Trinidad bendiciones particulares:
• El Señor Jesús imparte gracia,
• El Padre su amor, y
• El Espíritu Santo comunión.
Así como el Padre imparte su amor a la iglesia, así el Hijo su gracia, y el Espíritu Santo su comunión.
Entre otros muchos pasajes más que podemos citar hay uno muy importante:
En este pasaje, el apóstol Pablo presenta la diversidad de los dones espirituales con que la iglesia es bendecida en una manera triple:
• Dones,
• Ministerios y
• Operaciones.
Y conecta estos dones con las tres personas divinas.
Los dones del Espíritu Santo, los ministerios del Señor Jesucristo, y las operaciones de Dios el Padre, son de igual importancia para la edificación de la iglesia; la igualdad de estos dones corre paralela con la igualdad de las personas divinas.
Características divinas atribuidas a Cristo en el Nuevo Testamento, que en el Antiguo Testamento son atribuidas a Jehová.
Uno de los títulos dados a Jesús en el Nuevo Testamento es “Salvador”.
Este título se menciona en el Nuevo Testamento veinticuatro veces, de las cuales dieciséis son en referencia a Cristo.
• Se dice que Cristo es el Salvador del mundo.
• El Salvador de Israel.
• el Salvador de la iglesia.
• El Padre lo envió para ser el Salvador del mundo.
Nótese que el término “Salvador” se usa indistintamente tanto para Cristo como para el Padre, y que este uso es en referencia directa a la salvación del pecado.
Es, precisamente, porque salva del pecado que Cristo es llamado “Salvador”
En el Nuevo Testamento Jesús es presentado como el Salvador, y es por esa razón que la gente religiosa lo rechazó, porque solo Dios salva y ellos no creían que Jesús era Dios.
Jesús sana a un paralítico.
Cuando Jesús se aventuró a volver a Capernaúm, la casa se abarrotó de gente, supuestamente por aquellos que querían ser sanados.
Sin embargo, él siguió predicándoles las buenas nuevas, ya que ése era su propósito.
Los escribas que estaban allí eran comúnmente llamados «abogados» porque estudiaban la Ley de Moisés. Estos, correctamente, se dijeron a sí mismos que sólo Dios puede perdonar pecados, de manera que Jesús, según el criterio de ellos, estaba blasfemando, asumiendo ese derecho para sí y este pecado merecía la muerte, ya que la ley así lo declara.
La gente religiosa que rechazó a Jesús nunca se les ocurrió preguntarse a sí mismos si Jesús era más que un simple hombre súper dotado, un simple rabino, que si era Dios mismo.
Los Evangelios no acallan la perspicacia de Jesús, y él, conociendo sus pensamientos no expresados, preguntó algo muy obvio: ¿Sería más fácil perdonar pecados o realizar la sanidad?
La respuesta que no fue expresada era que no había manera de comprobar la realidad del perdón, pero era fácil comprobar la realidad de la sanidad.
Cualquiera podía afirmar su capacidad para perdonar pecados, puesto que no había un método terrenal de confirmar la declaración.
Pero decir: Levántate, toma tu lecho y anda a un paralítico podía ser confirmado inmediatamente al ver si caminaba o no.
Por la sanidad del paralítico, Jesús hizo más creíble su declaración de perdón.
Para comprobar que él tenía el poder para perdonar, y como una señal del reino, Jesús sanó al paralítico.
Jesús no blasfemó, porque lo que dijo era cierto.
Jesús es Dios y lo demostró sanando al paralítico.
Hijo del Hombre: es el Título mesiánico que procedía del libro de Daniel.
Jesús lo escogió para sí mismo el título “Hijo del Hombre”, antes del mucho más popular «Hijo de David», que arrastraba una tonalidad nacionalista y materialista.
La evidencia del Nuevo Testamento es, entonces, que al usar el término Salvador indistintamente para el Padre y el Hijo, los autores confesaban su creencia en la deidad de Cristo.
Los autores del Nuevo Testamento no sólo se refieren a Jesús como Salvador, identificándolo con un título que en el Antiguo Testamento es dado a Jehová, sino que además se refieren a él como “Señor”, título que en la versión griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, es la traducción del nombre hebreo para Dios, Jehová.
Al usar el término “Señor” para Jesús le atribuyen pasajes del Antiguo
Testamento en los cuales el texto hebreo se refiere directamente a
Jehová (Yahweh), el nombre sagrado de Dios.
Al identificar de esta manera a Jesús, el Señor del Nuevo Testamento, con el Señor (Yahweh) del Antiguo Testamento, los autores sagrados confesaban tanto su señorío como su divinidad, ya que el título “Señor” le asigna tanto a Jehová como a Jesús señorío sobre la creación y el derecho de ser adorado.
En el Nuevo Testamento Cristo es descrito como el “Señor de gloria”
Mismo título que en el Antiguo testamento se le es dado a Jehová.
En el Antiguo Testamento el Señor Dios dijo de sí mismo que ante Él se doblará toda rodilla:
En el Nuevo Testamento es ante Jesús que se doblará toda rodilla.
A la luz de estos pasajes es claro que el uso del término “Señor” para Jesús, en el Nuevo Testamento, le confirió el sagrado nombre de Jehová, sugiriendo que Jesús es igual en dignidad y deidad que Jehová mismo.
Balance entre la diversidad de las personas y la unidad de la esencia.
“Yo y el Padre uno somos”, declara en forma bella este balance entre la diversidad de las personas y la unidad de la esencia. “Yo y el Padre” distingue claramente entre dos personas, y el verbo, “somos”, también es plural.
En este pasaje “uno somos”; y “uno” es neutro; es decir, uno en naturaleza o esencia, pero no una persona.
Así Jesús se distinguió a Sí mismo del Padre y, sin embargo, reclamó la unidad e igualdad con el Padre.
Características divinas atribuidas al Espíritu Santo, que en el
Antiguo Testamento son atribuidas a Jehová (Yahweh).
El Nuevo Testamento afirma que el Espíritu Santo mora en el creyente.
Esta afirmación se hace en varios pasajes donde se dice que el creyente es morada del Espíritu Santo.
En el día de pentecostés los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo.
La iglesia, como un templo santo en el Señor, constantemente es edificada para morada de Dios en el Espíritu.
Todas estas funciones son atribuidas a Jehová (Yahweh) en el Antiguo Testamento:
La evidencia combinada de ambos testamentos indica, por lo tanto, que la iglesia primitiva expresó su creencia en la deidad del Espíritu Santo atribuyéndole cualidades divinas que en el Antiguo Testamento son atribuidas a Jehová.
Todo lo que hemos visto indica que hay un Dios eterno, creador de todas las cosas que existe en tres personas divinas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es una persona.
Muchas religiones fundadas en corrientes teológicas heréticas niegan que el Espíritu Santo sea una persona, argumentando que solo es una personificación del poder de Dios.
Esta negación de Su personalidad ha ocurrido a través de la historia de la iglesia, primero por los monarquianos, los arrianos, los socinianos y hoy por los unitarios, los liberales, y algunos teólogos neoortodoxos.
El Espíritu Santo posee y exhibe los atributos de una persona.
1. Él tiene inteligencia.
• Conoce y escudriña las cosas de Dios.
• Posee una mente.
• Puede enseñarles a las personas.
2. El Espíritu Santo demuestra que tiene sentimientos.
• Puede ser contristado por las acciones de los creyentes.
3. El Espíritu Santo tiene una voluntad.
• La usa al distribuir dones al cuerpo de Cristo.
• También dirige las actividades de los cristianos.
Puesto que la personalidad genuina posee la inteligencia, los sentimientos, y la voluntad, y puesto que el Espíritu tiene estos atributos, Él es una persona divina de la trinidad.
Los nombres del espíritu Santo demuestran Su deidad.
Los nombres divinos del Espíritu revelan Su deidad. A Él se le relaciona por nombre con las otras dos personas de la Trinidad dieciséis veces.
Además, la promesa de nuestro Señor Jesucristo en mandar “otro Consolador”.
En este pasaje Jesús usa la palabra “otro”, que significa uno de la misma clase. En otras palabras, si Cristo es Dios, entonces el Espíritu, el otro Consolador de la misma clase, también es Dios.
“Solamente hay un Dios único y verdadero, pero en la unidad de la Deidad hay tres personas coeternas y coiguales, iguales en substancia pero distintas en subsistencia”
Diagrama común intenta representar a la Deidad como uno, y presentando a cada persona como Dios y también presentando a cada persona distinta una de otra.