La santidad, como una cualidad distintiva de la conducta cristiana, es un imperativo religioso con raíces en el Antiguo Testamento.
Cuando en el Nuevo Testamento los creyentes son exhortados la exhortación se basa en un mandamiento del Antiguo Testamento es sólo una repetición de lo que ya había sido dicho a Israel.
15 Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.
Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.
Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
El imperativo “Sed santos, porque yo soy santo” claramente sugiere una cualidad ética requerida del pueblo de Dios: es una condición de rectitud moral inspirada por la santidad de Dios, la cual es afirmada repetidamente en el Antiguo Testamento.
Esta cualidad moral, como un atributo divino, es descrita por el profeta Isaías cuando contrasta su pecaminosidad humana con la santidad de Dios.
1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
En este pasaje, cuando los serafines se dirigen a Dios llamándolo santo (Isaías 6:3), no es tanto en reconocimiento a su majestad, sino de su inmaculada pureza.
1. En el Nuevo Testamento hay por lo menos tres palabras griegas que en español se traducen “santidad”.
La primera de ellas es jagiótes.
Esta palabra significa “pureza en el sentido moral”, “santidad” y se encuentra en el siguiente texto:
Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
En este otro texto, la santidad de Dios se presenta como un atributo esencial de Dios del cual los creyentes deben participar.
La disciplina de Dios al creyente contiene la intención de hacerlo participar de su santidad.
Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.
La cualidad divina de la santidad es presentada como una meta que pueden alcanzar todos los creyentes.
Otra palabra es jagiosúne.
Esta palabra significa “santidad”, “pureza moral”.
En el Nuevo Testamento ocurre únicamente tres veces, todas ellas en los escritos del apóstol Pablo.
Que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos.
Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
La conducta cristiana demanda, primero que todo, una renunciación total de todo aquello que sea incompatible con la vocación cristiana, y segundo, una honesta búsqueda de la pureza moral.
El sujeto de este limpiamiento moral de toda contaminación es tanto el hombre exterior (la carne), como el interior (el espíritu).
El hombre exterior, o sea, la carne, incluye toda clase de sensualidad, de falta de dominio propio, por medio de la cual el cuerpo se pervierte; y el hombre interior, o sea, el espíritu, incluye actitudes (ser ventajoso, etc.), valores (materialismo, etc.), pensamientos (lascivia, etc.), por medio de los cuales el espíritu se corrompe.
Pero la exhortación a la santidad no consiste sólo en el aspecto negativo de renunciar a todo lo que es pecaminoso: también incluye el aspecto positivo de perfeccionar la santidad en el temor de Dios.
Esto significa que la santidad no es meramente negativa, esto es, separación de pecado, sino que es positiva: la búsqueda de todo aquello que es celestial.
La santidad no consiste en una adquisición instantánea del carácter que Dios requiere de su pueblo, sino que es un proceso continuo que dura mientras la persona vive.
El tiempo presente del participio “perfeccionando” en 2 Corintios 7:1 sugiere un proceso continuo que no puede completarse en su totalidad mientras la persona vive.
Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
La consumación total de la experiencia cristiana es el evento futuro de la segunda venida de Cristo. Por lo tanto, la responsabilidad moral más grande que el creyente tiene es perfeccionar la obra de santidad o consagración a Dios que tiene su principio en el momento de la conversión.
Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.
La santidad inicial que Dios comunica en la conversión es como una semilla que ha de germinar y desarrollarse en robusta planta, por lo tanto, es un proceso de toda la vida que requiere esfuerzo y dedicación.
Ninguna conversión, ninguna experiencia religiosa inicial, es tan perfecta y poderosa que no requiera cultivo.
Toda experiencia es sólo el principio de un proceso que se prolonga mientras la vida dura.
La tercera palabra griega que se usa en el Nuevo Testamento es josiótes.
Esta palabra significa “piedad orientada hacia Dios”, “fidelidad en observar las obligaciones de la vida religiosa”, “santidad”.
josiótes ocurre solamente dos veces en el Nuevo Testamento ambas junto con la palabra “justicia” y se implica a través de ellas que el único servicio aceptable a Dios es el que se rinde en santidad y justicia.
En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.
Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
La nueva naturaleza que el creyente debe vestir es creada de acuerdo a la imagen de Dios en verdadera justicia y santidad.
La santidad consiste en una doble experiencia de despojar lo pecaminoso y renovarse en el espíritu de vuestra mente.
22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
2. La santidad es el resultado del acto redentor de Dios y de la presencia de Cristo y del Espíritu Santo.
De acuerdo al Nuevo Testamento la obra santificadora es una prerrogativa divina.
Casi siempre el verbo “santificar” tiene un sujeto divino: es Dios el Padre, o Cristo, o el Espíritu Santo quien produce la acción indicada por el verbo, y el hombre es el que recibe la acción.
Veamos pasajes donde se habla de Dios el Padre como el que produce la acción de santificar.
A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Pasajes en los cuales se habla del Espíritu Santo como el que santifica.
Para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.
Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.
Por los pasajes citados es evidente que el origen de una vida santa es el acto redentor de Dios en Cristo Jesús y la presencia interna del Espíritu Santo.
3. La santidad es eminentemente práctica: además de ser un estado interior de pureza espiritual, es una exteriorización de actitudes piadosas.
La santidad no es meramente un estado interior de contemplación mística; no es un embelesamiento del alma en éxtasis místico que no trasciende las disposiciones y la conducta.
La santidad es tanto un estado interior como una conducta dinámica que se aprecia en cada acción.
No hay tal cosa como una experiencia de piedad interna que no se expresa por medio de hechos.
La santidad consiste en una íntima relación que la persona mantiene con Dios, pero que se expresa con la relación que mantiene con sus semejantes.
La santidad es interior y exterior, y ninguno de estos dos aspectos puede existir sin el otro.
La santidad no es meramente negativa, esto es, la separación de pecado, sino un proceso constante de purificación que lo hace a uno semejante a Cristo.