La santidad, como una cualidad distintiva de la conducta cristiana, es un imperativo religioso con raíces en el Antiguo Testamento.
Cuando en el Nuevo Testamento los creyentes son exhortados la exhortación se basa en un mandamiento del Antiguo Testamento es sólo una repetición de lo que ya había sido dicho a Israel.
El imperativo “Sed santos, porque yo soy santo” claramente sugiere una cualidad ética requerida del pueblo de Dios: es una condición de rectitud moral inspirada por la santidad de Dios, la cual es afirmada repetidamente en el Antiguo Testamento.
Esta cualidad moral, como un atributo divino, es descrita por el profeta Isaías cuando contrasta su pecaminosidad humana con la santidad de Dios.
En este pasaje, cuando los serafines se dirigen a Dios llamándolo santo (Isaías 6:3), no es tanto en reconocimiento a su majestad, sino de su inmaculada pureza.
1. En el Nuevo Testamento hay por lo menos tres palabras griegas que en español se traducen “santidad”.
La primera de ellas es jagiótes.
Esta palabra significa “pureza en el sentido moral”, “santidad” y se encuentra en el siguiente texto:
En este otro texto, la santidad de Dios se presenta como un atributo esencial de Dios del cual los creyentes deben participar.
La disciplina de Dios al creyente contiene la intención de hacerlo participar de su santidad.
La cualidad divina de la santidad es presentada como una meta que pueden alcanzar todos los creyentes.
Otra palabra es jagiosúne.
Esta palabra significa “santidad”, “pureza moral”.
En el Nuevo Testamento ocurre únicamente tres veces, todas ellas en los escritos del apóstol Pablo.
La conducta cristiana demanda, primero que todo, una renunciación total de todo aquello que sea incompatible con la vocación cristiana, y segundo, una honesta búsqueda de la pureza moral.
El sujeto de este limpiamiento moral de toda contaminación es tanto el hombre exterior (la carne), como el interior (el espíritu).
El hombre exterior, o sea, la carne, incluye toda clase de sensualidad, de falta de dominio propio, por medio de la cual el cuerpo se pervierte; y el hombre interior, o sea, el espíritu, incluye actitudes (ser ventajoso, etc.), valores (materialismo, etc.), pensamientos (lascivia, etc.), por medio de los cuales el espíritu se corrompe.
Pero la exhortación a la santidad no consiste sólo en el aspecto negativo de renunciar a todo lo que es pecaminoso: también incluye el aspecto positivo de perfeccionar la santidad en el temor de Dios.
Esto significa que la santidad no es meramente negativa, esto es, separación de pecado, sino que es positiva: la búsqueda de todo aquello que es celestial.
La santidad no consiste en una adquisición instantánea del carácter que Dios requiere de su pueblo, sino que es un proceso continuo que dura mientras la persona vive.
El tiempo presente del participio “perfeccionando” en 2 Corintios 7:1 sugiere un proceso continuo que no puede completarse en su totalidad mientras la persona vive.
La consumación total de la experiencia cristiana es el evento futuro de la segunda venida de Cristo. Por lo tanto, la responsabilidad moral más grande que el creyente tiene es perfeccionar la obra de santidad o consagración a Dios que tiene su principio en el momento de la conversión.
La santidad inicial que Dios comunica en la conversión es como una semilla que ha de germinar y desarrollarse en robusta planta, por lo tanto, es un proceso de toda la vida que requiere esfuerzo y dedicación.
Ninguna conversión, ninguna experiencia religiosa inicial, es tan perfecta y poderosa que no requiera cultivo.
Toda experiencia es sólo el principio de un proceso que se prolonga mientras la vida dura.
La tercera palabra griega que se usa en el Nuevo Testamento es josiótes.
Esta palabra significa “piedad orientada hacia Dios”, “fidelidad en observar las obligaciones de la vida religiosa”, “santidad”.
josiótes ocurre solamente dos veces en el Nuevo Testamento ambas junto con la palabra “justicia” y se implica a través de ellas que el único servicio aceptable a Dios es el que se rinde en santidad y justicia.
La nueva naturaleza que el creyente debe vestir es creada de acuerdo a la imagen de Dios en verdadera justicia y santidad.
La santidad consiste en una doble experiencia de despojar lo pecaminoso y renovarse en el espíritu de vuestra mente.
2. La santidad es el resultado del acto redentor de Dios y de la presencia de Cristo y del Espíritu Santo.
De acuerdo al Nuevo Testamento la obra santificadora es una prerrogativa divina.
Casi siempre el verbo “santificar” tiene un sujeto divino: es Dios el Padre, o Cristo, o el Espíritu Santo quien produce la acción indicada por el verbo, y el hombre es el que recibe la acción.
Veamos pasajes donde se habla de Dios el Padre como el que produce la acción de santificar.
Pasajes en los cuales se habla del Espíritu Santo como el que santifica.
Por los pasajes citados es evidente que el origen de una vida santa es el acto redentor de Dios en Cristo Jesús y la presencia interna del Espíritu Santo.
3. La santidad es eminentemente práctica: además de ser un estado interior de pureza espiritual, es una exteriorización de actitudes piadosas.
La santidad no es meramente un estado interior de contemplación mística; no es un embelesamiento del alma en éxtasis místico que no trasciende las disposiciones y la conducta.
La santidad es tanto un estado interior como una conducta dinámica que se aprecia en cada acción.
No hay tal cosa como una experiencia de piedad interna que no se expresa por medio de hechos.
La santidad consiste en una íntima relación que la persona mantiene con Dios, pero que se expresa con la relación que mantiene con sus semejantes.
La santidad es interior y exterior, y ninguno de estos dos aspectos puede existir sin el otro.
La santidad no es meramente negativa, esto es, la separación de pecado, sino un proceso constante de purificación que lo hace a uno semejante a Cristo.